martes, 7 de mayo de 2019

Al sur del sur

El continente antártico es una de las regiones menos conocidas del planeta y tal vez la que presenta mayor cantidad de características únicas y distintivas con respecto al resto del mundo, siendo la falta de límites y divisiones políticas sólo una de esas particularidades. Desde principios del siglo XX, Argentina tiene presencia continua en el continente.


El continente antártico presenta curiosas particularidades: en él no crecen árboles, no tiene población autóctona y es el sitio más frío, inhóspito y aislado de todos los demás continentes del orbe. Este aislamiento se produce por la existencia de un cinturón de mares con profundidades abismales, que interponen enormes distancias: la costa antártica se encuentra a 1.000 kilómetros de Sudamérica, a 2.250 de Tasmania, a 2.250 de Sudáfrica y a 2.200 de Nueva Zelanda.

Este aislamiento, en conjunción con la tempestuosidad de las aguas interpuestas, y sobre todo, el clima severísimo, han sido las causas por las que el hombre primitivo, en su expansión migratoria por la superficie del globo, no pudo llegar y afincarse en esa región. Si bien la Antártida fue descubierta alrededor de la segunda mitad del siglo XIX, nadie pasó un invierno en el continente hasta 1899. Entre esas dos fechas, muchos hombres vieron la costa desde los buques, algunos de ellos desembarcaron, pero ninguno invernó en el continente.

Los griegos habían supuesto la existencia de tierras ubicadas muy al sur. También los maoríes, nativos de Nueva Zelanda, tejieron leyendas sobre una tierra blanca situada hacia el horizonte meridional. Posteriormente, Ptolomeo robusteció con su tesis la creencia acerca de un mundo austral, al que denominó Terra Australis Incognita.

Con el descubrimiento efectuado por Magallanes del estrecho que hoy lleva su nombre, se creyó que la Tierra del Fuego formaba parte del presentido continente austral, relacionando ese descubrimiento con los datos aportados por Américo Vespucio, respecto a tierras avistadas en el año 1502, aproximadamente a 52º S (posiblemente las islas Malvinas). El siglo XVII no aportó mayores comprobaciones, y fue necesario llegar a mediados del siglo XVIII para obtener nuevos informes relacionados con la Antártida, proporcionados en su mavoría por expediciones dedicadas a la caza de especies marinas.

¿Quién descubrió la Antártida? No hay respuesta segura a la pregunta. Durante mucho tiempo se aceptó la versión de que el primer hombre que avistó y posó sus pies sobre la Antártida fue el navegante inglés William Smith, en 1819. Posteriormente, diversos historiadores han aportado pruebas que afirman la tesis de que fueron los cazadores de focas argentinos, que se asentaron inicialmente en las islas Shetland del Sur, los primeros en recorrer las costas del continente blanco, aunque, por el carácter clandestino de sus actividades, no dieron a conocer el hecho.


Parecido y diferente

Al observar un globo terráqueo, de inmediato salta a la vista la contrapuesta distribución de los continentes y los mares en los dos hemisferios. En el Norte, predominan las tierras sobre los océanos, mientras que en el Sur, son los océanos quienes tienen una predominancia neta con respecto a las masas continentales. Paradojicamente, la región polar no está, como en el Norte, sobre un océano helado, sino sobre un continente. Así, las zonas Ártica y Antártica, se presentan diametralmente opuestas en lo referente a situación y constitución.

La fauna que en ellas se desarrolla, acusa esa disparidad: en la zona polar ártica viven animales superiores de hábitos terrestres, como el oso blanco, el buey almizclero, el zorro ártico y aún el hombre –esquimales y lapones–. Esto es fácilmente explicable ya que no existe una barrera que impida llegar a ella y mucho menos, emigrar hacia las zonas continentales vecinas, cuando las condiciones ambientales se tornan difíciles para la subsistencia.

En el continente antártico la única fauna terrestre está formada por algunos invertebrados, pero faltan por completo los animales superiores. Los océanos Atlántico, Pacífico e Índico que bordean el continente, determinan una ancha faja marina que lo rodea por completo, de forma que en cierta latitud se podría dar una vuelta al mundo sin encontrar una sola isla, por pequeña que fuera. Tal separación del resto de los continentes a través de los mares más tempestuosos del globo, es una barrera infranqueable y explica la falta total de una fauna superior. Sólo existe una fauna costera de adaptación acuática o volátil, en gran parte migratoria, cuya fuente de alimentación es el mar.

La espesa capa de hielo que cubre a la Antártida enmascara sus verdaderas dimensiones, ocultando su perímetro y su relieve, por lo que no se conoce con exactitud su área, pero se la estima en alrededor de 14 millones de kilómetros cuadrados. Ocupa así el cuarto lugar en extensión después de Asia, América y África. Las grandes escotaduras determinadas por los mares de Ross y de Weddell la dividen en dos lóbulos de diferente tamaño, denominados Antártida Oriental, el mayor, y Antártida Occidental, el menor, que proyecta la Península Antártica hacia Sudamérica.


Un continente, muchas islas

Según datos aportados por la sísmica, la Antártida aparenta estar constituída por un núcleo que despide hacia su periferia extensas islas, unidas entre sí y a la masa central, por el hielo. Al menos en la Antártida Occidental, dicha suposición parece ser correcta, ya que allí el espesor del hielo llega hasta por debajo del nivel del mar, uniendo grandes islas.

El Círculo Polar Antártico circunscribe el continente, con excepción de la Península Antártica, que se dirige hacia el norte enfrentando a Sudamérica. Su aspecto general es el de una gran meseta interior, la Meseta Polar, cuya altura en el Polo Sur alcanza los 3.000 metros, de los cuales 2.700 corresponden a la cobertura glacial. Esta capa de hielo, fluyendo por gravedad, se dirige hacia la periferia y se vuelca en el mar a través de valles, dando origen a glaciares de tipo alpino, o a través de terreno poco accidentado o por las escotaduras de su perímetro, dando lugar a las barreras.

Al penetrar en el mar, esas formaciones flotan y se desprenden posteriormente, formando de esta manera los temidos témpanos que, llevados por las corrientes hacia el norte, se diluyen merced al embate de las olas y a las altas temperaturas.

La cobertura de hielo que hace de la Antártida el continente de mayor altura media del globo (2.000 metros sobre el nivel del mar), oculta el relieve subyacente, permitiendo que afloren sólo aquellas formaciones montañosas que superan en altura el espesor del hielo que las cubre. Esta regla se cumple inexorablemente en el interior, pero no es tan rígida para la periferia y la Península Antártica. La mayor elevación montañosa correspondería al macizo Vinson (5.620 metros sobre el nivel del mar) en la Tierra de Elisworth. Existe un volcán en actividad, el Erebus, en la isla Ross, sobre el mar homónimo. En el Sector Antártico Argentino, la isla Decepción es el cráter de un volcán que se reactivó el 4 de diciembre de 1967.


Aquí el Polo se juega de a cinco

En la Antártida se pueden considerar cinco puntos destacados, a los que se denomina polos:

El Polo Sur Geográfico o Sur verdadero, es el punto en el cual el eje de la Tierra intercepta a la superficie, y por donde pasan todos los meridianos. En él no existe el este, el oeste ni el sur; allí cualquier dirección es norte y los vientos son indicados según el meridiano desde el cual soplan. En los doce meses del año sólo hay un día y una noche, de seis meses de duración cada uno. En su área se instaló la estación Polo Sur perteneciente a EE.UU.

El Polo Sur Magnético es el área hacia la cual apunta una aguja imantada que puede moverse libremente sobre un plano horizontal. Ya sobre el área misma, la aguja adoptaría la posición vertical. Este polo se halla situado en la Tierra de Adelia, a más de 2.000 kilómetros del Polo Verdadero, y su posición geográfica varía anualmente desplazándose alrededor de 13 kilómetros. Los planos que contienen a los meridianos geográficos y magnéticos forman un ángulo llamado declinación magnética que varía según los puntos de la superficie terrestre y marca la desviación hacia el este o el oeste que sufre la brújula con respecto al Polo Sur Geográfico o verdadero.

El Polo Sur Geomagnético es el área donde estaría el Polo magnético si la Tierra fuera una esfera homogéneamente magnetizada. Está situado a 78º S y 111º E.

El Polo Sur Frío es el lugar de la Tierra donde se ha medido la temperatura más baja (-88,5º C). Está ubicado en la Estación Soviética Vostok, en las vecindades del área del Polo Sur Geomagnético.

El Polo de Inaccesibilidad es el punto más alejado de cualquier costa del continente antártico que se considere, aproximadamente 1.700 kilómetros. Se halla ubicado a los 82º 06’ S y 54º 58’ E.


Fresquito, fresquito 

La Antártida tiene un clima excepcionalmente frío, seco, ventoso y bastante pobre en precipitaciones. En este continente, el verano es un invierno menos frío. Esto se debe a la alta latitud y a la influencia termal del casquete de hielo tapizado de nieve que la cubre.

Debido al frío, la humedad atmosférica absoluta es extremadamente débil –otro récord mundial–, y llega a ser 10.000 veces menor que en el Ecuador. La humedad relativa (relación porcentual entre la cantidad de vapor real existente y la máxima que podría contener a idéntica temperatura) es menos excepcional pero sin embargo es baja. Esta sequedad del aire favorece la evaporación y así se constata que gran parte de la ablación glacial se produce por evaporación, especialmente en determinados lugares de la Antártida. Esta sequedad es la que hace excepcionalmente pura y transparente a la atmósfera antártica.

Por la oblicuidad con que los rayos solares inciden sobre la superficie terrestre en las zonas polares, la cantidad de calor recibida es mínima, y menor, todavía durante la noche invernal, cuando el sol está bajo el horizonte las 24 horas del día. La Tierra refleja hacia el espacio parte del calor recibido y, cuando se trata de superficies recubiertas de nieve, esta reflexión es mayor; por lo tanto el balance entre lo recibido y lo emitido, denominado albedo, es negativo a lo largo del año en la Antártida.

La temperatura del aire se mide en las pocas estaciones antárticas existentes, pero la media anual de temperatura se puede obtener indirectamente, puesto que es casi igual a la temperatura que presenta la nieve a los 10 metros de profundidad. Al nivel del mar y a latitud equivalente, la Antártida es de 10º a 17ºC más fría que el Ártico. En la Antártida se dan las medias anuales más bajas del mundo, como así también las mínimas absolutas. La mínima registrada en la Base General Belgrano ha sido -59º C. La roca expuesta, sin nieve, absorbe muy bien el calor y puede alcanzar temperaturas mucho más elevadas que el aire, pasando en pocas horas de -10º C a +30º C.

La inversión de temperatura es común en la Antártida y consiste en un fenómeno por el cual las capas de aire en contacto con la superficie son más frías que las que se hallan a mayor altura. Este hecho es el causante de fenómenos ópticos, como el espejismo.

La presión media anual, a nivel del mar, presenta un mínimo que, en forma de anillo, rodea al continente, y un máximo, ya muy adentro, en la Meseta Polar. Sobre el alto domo de hielo de esta meseta, a menudo, se instala un anticiclón, emisor de vientos densos y fríos que se deslizan hacia el mar como una avalancha eólica, a lo largo de los glaciares. A estos vientos se los denomina catabáticos y alcanzan gran velocidad, impulsados por la fuerza descendente del aire enfriada por la masa de hielo. También se producen ventiscas, que arrastran nieve y enceguecen cuando soplan. En la jerga antártica, se las denomina blizzard y son el producto tanto de los vientos catabáticos como de los ciclónicos. Los temporales son sordos, sin truenos ni relámpagos, oyéndose solo el arrastrar de la nieve, que imposibilita la visión y hasta la respiración. Sus velocidades alcanzan cifras muy grandes, sobrepasando sus ráfagas los 200 kilómetros por hora en las bases Esperanza y General San Martín.

La forma predominante de precipitación es la nieve. La lluvia se presenta sólo esporádicamente en la Península Antártica, al norte del Círculo Polar.


Presencia y reivindicaciones argentinas

La presencia argentina en la Antártida se remonta a las actividades de los foqueros criollos, que incursionaron partiendo del puerto de Buenos Aires, por las islas Shetland del Sur.

Estos cazadores de focas, con el fin de evitar la competencia, mantuvieron secretas sus rutas, lo que dio motivo a que se atribuyera a otros navegantes el descubrimiento de estas tierras. A pesar de ello, existen concretas evidencias de su conocimiento por lo menos desde 1817, es decir, dos años antes del pretendido descubrimiento de la Antártida por el inglés William Smith.

Por decreto del presidente Roca, el 22 de febrero de 1904 se instaló en la isla Laurie –del archipiélago Orcadas del Sur– la primera base permanente argentina en la Antártida; donde funcionó una oficina meteorológica. La dotación fundadora estaba integrada por Michael Szmula, Hugo Acuña y Luciano Valette.

Desde la fecha mencionada, el observatorio de las Orcadas del Sur, ha funcionado ininterrumpidamente, constituyendo así el primer asentamiento oficial permanente de la Argentina en la Antártida, título que ninún otro país, reclamante o no, puede exhibir.

El derecho argentino señalado desde aquella época, se confirma con indudables títulos de carácter jurídico, geográfico, geológico e histórico. Esto último en cuanto a que España, en el siglo XV, consideraba los territorios antárticos como propios, basados en los términos de la Bula “Inter Costera” del año 1493, y en los del posterior Tratado de Tordesillas, que específicamente establecía “un límite para los dominios españoles mediante el trazado de una línea de Polo a polo”.

Desde 1904 se inició realmente el proceso de ocupación efectiva del territorio antártico. A través de expediciones e instalaciones de bases y estaciones científicas durante 40 años, la República Argentina fue el único país con presencia permanente.

En el año 1959, con la firma del Tratado Antártico (ratificado por Ley 15.802) entre Argentina, Bélgica, Chile, Francia, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Sudáfrica, URSS, Reino Unido y EE.UU. –a los que con el tiempo se sumaron Polonia, Alemania, India y Brasil–, se ha procurado preservar la Antártida para fines de investigación científica, arbitrando todos los medios para conservar esa región libre de todo tipo de contaminación que pueda alterar su ecosistema.

Si bien el Tratado no reconoce reclamaciones territoriales y solo se limita a señalar su existencia, indicando que dicha posición no se verá afectada por la vigencia del Tratado (Artículo IV), la Argentina en el acto de la firma hizo constar una reserva formal en salvaguarda de los derechos sobre su territorio antártico, sobre el que ha proclamado y mantiene su soberanía.

Desde el 20 de mayo de 1980, el Tratado Antártico es complementado por la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos, como culminación de la cooperación científica en materia de rcursos antárticos.

Desde junio de 1982 se han iniciado negociaciones, dentro del marco de la IV Reunión Consultiva Especial del Tratado Antártico, relacionadas con el establecimiento de un Régimen Minero Antártico que establezca las normas básicas y los principios ecológicos a preservar antes de iniciarse operaciones comerciales de exploración o explotación de los recursos no renovables (hidrocarburos y minerales) económicamente convenientes.

En 1983, la Asamblea de la ONU ingresó el tema de la inclusión de la Antártida como “Patrimonio Común de la Humanidad”.

Las bases argentinas permanentes en la Antártida son:

1) San Martín ( 1951) fundada por la expedición del Coronel Hernán Pujato, fue la primera base argentina en el continente blanco y, dada la relevancia de este hecho, el entonces presidente Peron, creo el Instituto Antártico Argentino, organismo que inicio el camino de las actividades científicas y técnicas antárticas.

2) Base Esperanza (1952) fue fundada por el Capitán Jorge Leal. Única base argentina donde, desde 1977, invernan familias, cuenta con la primera capilla católica antártica, la primera escuela y la radio. LRA 36 “Arcángel San Gabriel”, que comenzó sus emisiones en 1979. En ella se realizan estudios de mareografia, sismografia, sismología, glaciologia, biología, geología, ecología y gestión ambiental.

3) Jubany (1953) Nacida como refugio, en 1982 se inauguró como base dependiente de la Dirección Nacional del Antártico. Está considerada la base científica por excelencia ya que en ella se desarrollan disciplinas relacionadas con las ciencias naturales. Predominan estudios sobre biología, geología, medio ambiente y microbiología.

4) Orcadas (1904) Ubicada en la Isla Laurie de las Orcadas del Sur, fue donde se izó por primera vez la bandera nacional. Cuenta con una central de pronósticos antárticos y en ella se realizan estudios de meteorología, geología, glaciologia y biología.

5) Marambio (1969) Su pista de aterrizaje rompió el aislamiento de las bases nacionales y extranjeras y con el resto del mundo. Tiene la capacidad de brindar evacuación sanitaria, búsqueda y rescate, traslado de personal, cargas y correspondencia. Cuenta con el Centro Meteorológico Antártico que integra la red mundial de meteorología y en ella se llevan adelante estudios de alta atmósfera y ozono.

6) Belgrano II (1979) Fue inaugurada después de que la Base Belgrano, fundada por el General Hernán Pujato en 1954, debió ser desactivada ante el peligro de que el sector donde estaban las instalaciones, Barrera de Hielos Filcher, se desprendiera formando un gran témpano tubular, como ocurrió en 1983. Es la base argentina más cercana al Polo Sur, del que la separan 1300 kilómetros. Se realizan actividades científicas relacionadas con la alta atmósfera y ozono sondeo.

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