jueves, 4 de febrero de 2021

Piedras

A propósito de la muerte de Flora Rodríguez Lofredo



“El reconocido historiador santacruceño Osvaldo Topcic me contó que, como consecuencia de la continua profanación de tumbas con fines científicos, las comunidades tehuelches comenzaron a elegir lugares de poca accesibilidad para realizar sus enterramientos, y que por tratarse de pueblos nómades, era costumbre dejar una piedra en recordación cada vez que transitaban por allí. Este poemario dedicado a la raza primigenia sólo quiere agregar una piedra sobre cada piedra que los recuerde”.

Así explicó Florita el porqué del título, Piedra sobre piedra, y el contenido de su último libro (o anteúltimo, porque el que estaba en proceso cuando la encontró la muerte, verá la luz muy pronto).

Flora Rodríguez Lofredo fue una gran persona, al menos del tipo de personas que a mí más me gustan: entretenida, dispuesta a disfrutar, sin demasiados filtros –y los pocos que usaba los fue perdiendo con la edad– y con un humor siempre a flor de piel.

En los medios locales ya se dijo que había pasado los 90, que nació en España y vino junto a su familia de muy pequeña, que escribió varios libros y obtuvo muchos, muchísimos galardones. 

También se mencionó por ahí que tenía los títulos nobiliarios propios de los que creen que apoyar la cultura es dictar resoluciones de tribuna: ciudadana ilustre, patrimonio cultural viviente, etc. Ella los aceptaba, aún a sabiendas de que la mayoría eran impuestos por personas que a duras penas leerían la tapa de alguno de sus libros, y que no harían nada más que darle un papel y sacarse una foto con ella. ¿Cómo no saberlo si  través de los años dedicó mucho tiempo a mantener funcionando la biblioteca que llevaba su nombre? Porque el reconocimiento había empezado y terminado en eso: darle un nombre y nada más.

Flora es de las personas que uno extraña más después de su muerte, o al menos así me pasa a mí. Personas que uno sabe que están y que puede visitar de vez en vez, compartir un té y seguir viaje, y aunque ese encuentro tenga lugar una vez cada tres o cuatro años, uno sabe lo doloroso que será saber que no podrá repetirlo.

“Se me termina la vida, Coqui”, le dijo Flora por teléfono, pocos días antes de morir, a su –mi– amigo Carlos Besoaín, a quien le había confiado la edición de su último libro. Pero no lo llamó para lamentarse por eso que presentía, sino para pedirle que terminara la tarea y se encargara de hacer publicar el trabajo. La charla terminó como siempre: los dos riendo y haciendo chistes (me lo imagino a Carlos rojo como un tomate y atragantado como se pone cuando la risa le sale del alma, porque más que reírse, disfruta de compartir la alegría con su gente).

Aunque ya casi no ejerzo el oficio, ya me avisó Carlos que el texto pronto llegará a mis manos para que lo transforme en un libro, como tuve el placer de hacerlo con sus últimos diez trabajos.

Esto no es un texto de homenaje ni un panegírico, ni mucho menos pretende ser un obituario. Solamente es una piedra puesta sobre alguna de las tantas piedras que Flora fue colocando sobre nuestra vida sureña, como símbolo del secreto de una vida espléndida que algunos compartimos.

Permítaseme un consejo: tomen algún texto de Flora de los tantos que andan dando vueltas –especialmente sus poemas y anécdotas– y léanlo. Que una piedra de recuerdo no se le niega a nadie, y mucho menos a una gran mujer.

Que qué de qué

Dequeísmo y queísmo, dos caras de una moneda falsa



El dequeísmo y el queísmo, son dos vicios idiomáticos muy comunes, pero su reconocimiento ha corrido distinta suerte, produciendo que el primero sea de uso frecuente entre quienes menor formación académica, en tanto que el segundo es un vicio normal entre hablantes más ilustrados, algo así como un mal uso por exceso de celo.

Esto se debe, posiblemente, a que así como el dequeísmo fue muy remarcado en la educación formal primaria y secundaria a lo largo de los años –al igual del famoso “antes de p y b va m”–, no se mención en los mismos claustros a su contratará, que es el queísmo.

Ambos vicios idiomáticos tienen un origen común, que es el uso (o ausencia) de la preposición “de” antes de la conjunción “que”, en un caso por celo idiomático (ante la duda, no lo uso) y en el otro por desconocimiento simple y llano.

Repasemos, entonces las reglas generales para saber cuándo usar “de que”, cuándo “que” y cuándo es indistinto.

1) No se debe anteponer “de” antes de una oración subordinada sustantiva de sujeto. Ejemplos: “Le preocupa que aún no llegó”; “me hace feliz que seas feliz”; “seguro que mañana llueve”.

En los casos en que esos verbos se usan en forma pronominal (alegrarse, enojarse, preocuparse), sí es obligatorio anteponer “de”. Ejemplos: “Me alegro de que se casen”; “me preocupo de que nada les falte”.

2) Si se trata de una oración subordinada sustantiva de complemento directo, tampoco se antepone la preposición “de”. El error habitual se da con el uso de verbos que se refieren a pensamiento, temores, comunicación o percepción. Ejemplos: “Creo que ganaremos el partido”; “escuché que te vas a casar”; “te dije que no lo hagas”.

3) Cuando se inserta la preposición de en locuciones conjuntivas que no la llevan, se incurre en dequeísmo. Ejemplos: “Pidieron que viajáramos juntos”; “a medida que me acerco, veo mejor”; “lo hice una vez que viajé”.

4) Es un dequeísmo común utilizar la preposición equivocada, (de) en lugar de la que hubiera correspondido (en). Ejemplos: “Insisto en que vengas”, “Me intereso en que te esfuerces”.

5) Con verbos pronominales que se construyen con un complemento de régimen (acordarse de algo, alegrarse de algo, arrepentirse de algo, fijarse en algo, olvidarse de algo, preocuparse de o por algo), es obligatorio usar antes el “de”. Ejemplos: “Me alegro de que no llegaras”, “Me acuerdo de que vivías cerca de casa”, “me acordé de que era tu cumpleaños”.

Ojo: en el caso de que esos verbos se usen en forma no pronominal, no se usa la preposición. Ejemplos: “Me alegró que no vinieras”; “olvidé que tenía que ir al dentista”.

6) Los verbos advertir, avisar, cuidar, dudar e informar, en sus acepciones más comunes, se usan de dos formas básicas: advertir a alguien y advertir de algo; avisar a alguien y avisar de algo; cuidar algo o a alguien, o cuidar de algo o de alguien. En consecuencia, la preposición “de” no es obligatoria.

Una forma de notar si debe emplearse o no la secuencia de + que, es transformar el enunciado en pregunta. Si notamos que es necesario agregar el “de”, lo usaremos en la enunciación. Por ejemplo,¿De qué se preocupa? (Se preocupa de que...); ¿Qué le preocupa? (Le preocupa que...); ¿De qué está seguro? (Está seguro de que...); ¿Qué opina? (Opina que...);; ¿Qué dudó o de qué dudó el testigo? (Dudó que... o dudó de que…).

7) Con verbos no pronominales que se construyen con un complemento de régimen, debe usarse la preposición: convencer de algo, insistir en algo, tratar de algo (en el sentido de ‘procurarlo, intentarlo’), etc. Ejemplos: “Lo convencí de que escribiera el artículo; “insistió en que nos quedáramos a cenar”; “trato de que estés a gusto”..

8) También debemos usar “de” con sustantivos que llevan complementos preposicionales: “Iré con la condición de que vayas a recogerme”; “tengo ganas de que llueva”; “ardo en deseos de que vengas a verme”.

9) Con adjetivos que llevan complementos preposicionales también usamos la preposición: “Estamos seguros de que acertaremos”; “estoy convencido de que llegarás lejos”.

10) “A pesar de que”, “a fin de que”, “a condición de que”, “en caso de que”, el uso de la preposición “de” es obligatorio.

11) En las locuciones verbales caber, o haber, duda de algo, caer en la cuenta de algo, darse cuenta de algo: “No cabe duda de que es un gran escritor”; pronto cayó en la cuenta de que estaba solo”; “nos dimos cuenta de que era tarde”.

No deben confundirse las locuciones “caer en la cuenta” o “darse cuenta”, que exigen de, con “tener en cuenta”, que no exige la preposición: “No tiene en cuenta que nos esforzamos”.

Como verán, es un resumen de muchas más posibilidades. Lo importante es prestar atención, tratar de que no nos guíe el temor a equivocarnos y, en todo caso, consultar a la RAE y su siempre útil Diccionario Panhispánico de Dudas (www.rae.es/dpd/).