sábado, 4 de mayo de 2019

Eran cinco hermanas

Una buena historia debe contener las respuestas a cinco preguntas. Siempre.
Son las famosas cinco w, por sus iniciales en inglés: ¿quién?, ¿cómo?, ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿por qué?
Si se trata de un texto periodístico o cualquier forma de no ficción, esas cinco preguntas deben estar respondidas explícitamente lo antes posible, para evitar equívocos, perplejidades o confusiones de toda laya: si un hombre se desnuda y salta al agua (quién y qué) debemos aclarar dónde, para saber si lo suyo es normal –porque está en una playa nudista caribeña, o en el baño de su casa, frente a su bañera–, es de excéntrico –es una playa nudista, pero hace frío–, exhibicionista –no es nudista y no importa la temperatura–, o es un suicida, porque está en la piscina de la mansión donde toman sol las esposas y favoritas del príncipe de Burundi. También es importante (en algunos de esos casos más que en otros) el cuándo, porque no es lo mismo desnudarse en la playa a las tres de la mañana que al mediodía, en tanto que el por qué sería el gancho para vender la noticia, o para ponerle suspenso y que sea leída en toda su extensión.
Si el microrrelato del hombre, su desnudez inminente y el ulterior chapuzón suceden, por el contrario, en un contexto de ficción, la obligatoriedad de contestar las cinco benditas preguntas no se extingue, sino que simplemente pasa a ser negociable el momento en que se contesta, justamente porque el lector estará esperando desde el vamos esas respuestas, y saber responderlas en los momentos justos mantendrá la tensión ni tan laxa para que la mente se aleje, ni tan tensa como para que al receptor le resulte molesto y decida descargarla anticipadamente.
En el ejercicio de la escritura, es bueno y saludable tener en cuenta que el proceso  creativo culmina en la lectura, y que así como el escritor produce su obra solo, el lector no tendrá al momento de leer, al autor a su lado para irle dando los datos que faltaren, respondiendo las preguntas que surgieren o despejando las dudas que se acumulasen conforme transcurriese la historia.
Por eso, en algún punto y salvo que el recurso literario sea dejar la duda sembrada por el resto de los días, para contar lo que pasa en una narración es necesario responder esas cinco preguntas, que son el contexto que necesita nuestra mente para navegar cómodamente por una historia y sumegirse en ella sin miedo a ahogarse.
Un buen ritmo narrativo puede llevar al lector a obviar algunos de esos fatales cuestionamientos, pero tarde o temprano habrá que contestarlos, para lograr que él se quede entre nuestras hojas hasta el final.

Hechizo del tiempo

Y para empezar a responder bien una de esas cinco preguntas, no está de más hacer un breve repaso por los distintos tiempos y formas verbales y sus usos.
Nuestro idioma presenta una enorme variedad de giros y sutilezas para expresarse con la mayor exactitud posible. Los tiempos verbales son un gran ejemplo de ello. Con sus variantes y combinaciones, nos permiten establecer prioridades, prelaciones y conexiones con gran precisión.
Recorramos algunas de ellas:
Presente: se utiliza esencialmente para referirse al momento actual y al futuro más próximo.
Ejemplo: hablo - aprendo - vivo
Perífrasis estar + gerundio: la perífrasis verbal formada por el verbo estar conjugado más un gerundio, describe una acción que tiene lugar en el momento en el que se está hablando y sólo de forma temporal.
Ejemplo: estoy hablando - estoy aprendiendo - estoy viviendo
Pretérito perfecto: se utiliza para acciones ya realizadas, pero que de alguna forma siguen conectadas con el presente.
Ejemplo: he hablado - he aprendido - he vivido
Pretérito imperfecto: usado para acciones pasadas cuyo principio y fin no se concretan. También sirve para recalcar la continuidad o regularidad de una acción.
Ejemplo: hablaba - aprendía - vivía
Pretérito indefinido: se aplica para acciones ya finalizadas o para una acción sucedida en mitad de otra acción.
Ejemplo: hablé - aprendí - viví
Pretérito pluscuamperfecto: se utiliza cuando queremos reflejar la anterioridad de una acción pasada respecto a otra también pasada.
Ejemplo: había hablado - había aprendido - había vivido
Pretérito anterior: expresa un hecho inmediatamente anterior a otro pasado. Actualmente está en desuso en el español hablado y se utiliza prácticamente sólo en textos literarios.
Ejemplo: hube hablado - hube aprendido - hube vivido
Futuro próximo: En el español hablado, se usa a menudo el futuro próximo (ir + a) en lugar del futuro simple.
Ejemplo: voy a hablar - voy a aprender - voy a vivir
Futuro simple: usado para expresar una acción venidera, una intención o una probabilidad.
Ejemplo: hablaré - aprenderé - viviré
Futuro perfecto: para una acción futura que habrá concluido antes que otra acción también futura. También puede expresar que supuestamente una acción habrá acontecido en el pasado.
Ejemplo: habré hablado - habré aprendido - habré vivido
Condicional simple: sirve para expresar acciones que pueden haber sucedido, así como preguntas educadas o deseos.
Ejemplo: hablaría - aprendería - viviría
Condicional compuesto: el uso del condicional compuesto es muy similar al del condicional simple, aunque con la particularidad de que se refiere a acciones con posibilidades ya finalizadas.
Ejemplo: habría hablado - habría aprendido - habría vivido

Ahí no

Para finalizar, una breve disgresión acerca del adverbio de tiempo donde.
Escuchamos cada vez más a menudo –y, lamentablemente, también lo estamos  viendo escrito– el mal uso del adverbio /donde/ como conector. Por ejemplo, “Fue luego del cuarto intermedio acordado el martes donde la Provincia había ofrecido un incremento al básico…”. Va de suyo que el cuarto intermedio (aunque la palabra cuarto tenga reminiscencias de morada) no es un lugar sino un tiempo, por lo que se debe usar cuando.
No se compliquen: si es lugar, se usa donde, si no, hay todo un abanico de posibilidades a su disposición.
Dudas, consultas y otras yerbas:
sergio.dileo@gmail.com

Publicada en revista La Rama

No hay comentarios:

Publicar un comentario