sábado, 4 de mayo de 2019

Espacios vacíos

La extinción masiva del Holoceno es un nombre dado a la extinción sostenida y generalizada de especies que comenzó a ocurrir en este último período geológico, el Holoceno, y abarca desde el mamut hasta el dodo, incluyendo incontables especies que siguen despareciendo cada año. Sus causas y unificación provocan aún hoy fuertes debates.








La extinción masiva del Holoceno comprende la notoria desaparición de mamíferos grandes, conocidos como megafauna, cerca del final de la última glaciación –entre 9.000 y 13.000 años atrás–, y se considera que se originó tanto por los cambios climáticos, como por el resultado de la diseminación y proliferación del ser humano.

Estas extinciones abarcan un gran número de familias de plantas y animales. No tienen un epicentro definido, sino que a través de los años se han ido produciendo en distintos lugares, en la mayoría de los casos conforme el hombre habitaba y ocupaba distintos sectores del planeta.

Quienes califican a este proceso como una extinción masiva, basan su afirmación en que afecta a una enorme cantidad de familias vegetales y animales, y a que directa o indirectamente, el elemento que unifica a cada una de las desapariciones es el hombre, o más precisamente, su acción. Pero las hipótesis en que se sustentan, no explican satisfactoriamente todo el proceso, y ni siquiera logran demostrar que es un solo proceso o una sucesión de distintos hechos, con sus respectivas consecuencias.

Algunos científicos no concuerdan con que se pueda abarcar todo este período en la denominación de Sexta Extinción, fundamentalmente porque su génesis no es producto de un solo evento, y porque no se trata de determinado grupo de seres que no pudieron adaptarse a un nuevo orden climático o geológico, sino que motivos, ambientes y la vida afectada, difieren mucho entre un caso y otro.

También se deben marcar como diferencia con los casos anteriores de extinción masiva (ver recuadro) en que es el único en que se acusa como catalizador a una especie (el hombre), y no un cambio climático o un evento geológico o astronómico; y el tiempo en que se ha desarrollado es extremadamente inferior al de las otras extinciones.


Ausencias

Desde principios del siglo XIX, y en aceleración constante desde el decenio de 1950, las desapariciones implican a especies de todos los tamaños, y ocurren principalmente en las selvas tropicales –verdaderos reservorios de biodiversidad–. Se habla de una extinción masiva o de Sexta Extinción, porque el número de desapariciones es comparable en un corto período, a las otras cinco grandes extinciones masivas que han marcado el pasado geológico de la Tierra.

Las extinciones que se produjeron en América del Norte al final del Pleistoceno y durante el Holoceno (actual) se agrupan bajo el término de Extinciones Pleistocenas del Nuevo Mundo.

Las primeras extinciones fueron rápidas (e incluso brutales, a escala geológica) y afectaron en mayor medida a grandes animales, pertenecientes a especies que habían sobrevivido perfectamente a tres glaciaciones.

En las extinciones más recientes, si bien otros factores pueden haber colaborado, la mayoría de los indicios muestran a las actividades humanas como causa directa o indirecta de la extinción. Entre ellas, se mencionan como principales el exterminio por caza de grandes animales; la transformación del medio ambiente por el fuego, limpieza, puesta en cultivo, y sus efectos, sobre todo la erosión (la gran destrucción de los bosques por el fuego de finales de la prehistoria, en China, en particular, hace unos 8.000 años, dio lugar a una afluencia masiva de sedimentos y carbono en los ríos y estuarios de la región); y el transplante de especies en nuevos entornos (como la oveja en la Patagonia) en los que compitieron con las especies nativas y las condujeron a su desaparición.



Adiós a los grandotes

En términos generales, la extinción del Holoceno incluye la desaparición notable de los grandes mamíferos, llamada la megafauna, hacia el final de la última glaciación. Se han formulado varias hipótesis, como la falla en la adaptación de la fauna silvestre a los cambios climáticos o a la proliferación del hombre moderno, dos hipótesis que no se excluyen entre sí.

Existe una continuidad en las extinciones desde hace 13.000 años. Por este motivo están los que sostienen que la ola de extinciones desde mediados del siglo XX es una continuación de la del Holoceno, y sólo constituye una aceleración.

Durante los últimos cincuenta mil años, con la excepción de las ubicadas en África y el sur de Asia, las especies de más de 1.000 kilogramos han desaparecido en un 80%, en coincidencia con la llegada del Homo Sapiens. Las especies extintas de menos de 45 kilogramos, en comparación, lo sufrieron en cantidades menores.

Durante el siglo XX, entre 20 mil y 2 millones de especies se han extinguido, aunque el número total no puede determinarse con precisión. Sin embargo, no hay un acuerdo general sobre si considerar las recientes extinciones como un hecho aparte o como un proceso en curso de crecimiento.

Una de las desapariciones más famosas es la extinción del mamut lanudo. Ninguna causa ha sido identificada con certeza, pero hay un conjunto de indicios que sugieren, para algunos, que está relacionada principalmente con las actividades humanas.

Se dice que el factor más probable de la desaparición de la megafauna es el hombre, no sólo debido a la caza, sino también por las prácticas de cultivos sobre campos quemados o incendiados con el único objetivo de la siembra, que alteran profundamente la flora de una ecozona. Pero los grandes mamíferos desaparecieron cuando aún la actividad del hombre no era tan presente, e incluso se produjo en un lapso en que el desarrollo humano era totalmente distinto entre cada emplazamiento: cuando Egipto o China estaban en su apogeo, en Europa se desarrollaba la Edad de Bronce y en Australia había tribus en plena Edad de Piedra.

Igualmente, no hay que descartar –de hecho, nadie lo hace– los cambios en las condiciones climáticas por ciclos naturales. Un brusco cambio en este sentido –como lo fue el fin de la última glaciación– podría debilitar un biotopo y por lo tanto provocar la desaparición de una fauna que no se ha podido adaptar o no ha tenido el tiempo y la capacidad de migrar.

Sin embargo, justamente debido al ascenso de las temperaturas medias, muchas especies como el mamut, fijaron su hábitat más al norte de su antigua residencia, en las zonas frías de Siberia y el Estrecho de Bering, varios miles de años después de la última glaciación, de hace 12.000 años.

Por otra parte, la extinción de la megafauna australiana tuvo lugar durante un período más largo que se benefició con climas muy diferentes, mucho antes del último máximo glacial y antes del aumento de las temperaturas que le siguieron. Otras extinciones se han producido sin ningún cambio climático, como en Madagascar, Nueva Zelanda o América del Sur.

Hay también una hipótesis química, que propone a determinados productos de desecho de la acción humana, como el monóxido de hidrógeno, como posibles causantes de la extinción masiva. El monóxido de hidrógeno es tóxico por inhalación para la mayor parte de las especies extintas, y es un componente indispensable de la lluvia ácida. Pero hay que aclarar que estas emanaciones son posteriores a la Revolución Industrial, una época en la que el mamut y otros mamíferos de la misma época, como su predador, el león cavernario, ya no existían más que en algunos relatos antiquísimos.


Buscando otras causas

A la hipótesis climática se añaden, para compensar sus deficiencias, otras posibles causas, como las enfermedades de la flora o la fauna, caída de meteoritos, etc.

La introducción de animales domésticos y las enfermedades que podían transportar también se ha considerado, aunque los animales domésticos eran escasos en los pueblos primitivos.

Algunas crisis climáticas que han afectado a este período (por ejemplo, el calentamiento y la invasión marina de los años 800) pueden haber tenido causas humanas, pero los puentes que se tienden para explicarlas son muy endebles.

La destrucción a gran escala de los bosques por el fuego al final de la prehistoria, en particular en China, hace alrededor de 8.000 años, con aporte de gases de combustión en el aire y de carbono en ríos y estuarios, más la erosión de suelos por pérdida de la capa de humus consecuente, podría tener influencia. Pero hay que aclarar en este aspecto que, para provocar un cambio permanente, tendríamos que estar hablando de incendios monumentales de millones de hectáreas por períodos medidos en años, es decir, un proceso que también habría hecho peligrar la vida del hombre mismo en esos sectores.


Extinción americana

En América del Norte, 33 géneros de grandes mamíferos –de los aproximadamente 45 existentes en tiempos de la última glaciación– se extinguieron. En América del Sur, fueron 46 de 58, 15 de 16 en Australia y 7 de 23 en Europa. África perdió solamente 2 géneros de los 44 contabilizados.

Científicos muestran este mapa como contrario a la hipótesis de la influencia del hombre, ya que donde más desapariciones hubo es donde el ser humano apareció más tarde como factor de cambio.

Como explicación, se baraja el proceso de intercambio de poblaciones animales entre distintos sectores, al ritmo de las variaciones de temperatura. Es decir, la llegada del mamut a la zona norte de Europa y, junto con él, sus gigantescos depredadores, tiene que haber cambiado, por fuerza, el hábitat preexistente, dejando sin comida a otras especies.


No siempre fuimos importantes

La hipótesis del exterminio por los seres humanos prehistóricos no es de aplicación universal y está imperfectamente confirmada. Por ejemplo, hay ambigüedades con respecto al momento de la repentina extinción de la megafauna australiana de marsupiales, con la llegada de los seres humanos a la isla. Los biólogos tienen en cuenta que extinciones comparables no se produjeron en África, donde, sin embargo, la fauna había evolucionado con los homínidos.

Así como hay que forzar demasiado las teorías para intentar explicar una erupción volcánica o un movimiento de placas tectónicas por la acción del hombre, tampoco muestran solidez las teorías que erigen al ser humano en el gran extintor de especies antiguas.

Podemos mostrar la casi extinción de la mara o liebre patagónica, como un resultado de la aparición de la oveja y las cabras en la estepa –como su retroceso permitió, en los últimos años, la recuperación de la cantidad de guanacos–, pero de allí a demostrar que la desaparición del mamut es parte del mismo proceso, hay un largo trecho demasiado difícil de sortear.

Las emanaciones naturales de metano comprobadas en cercanías del Polo Sur, la influencia de las tormentas solares de los últimos años, o el movimiento constante de las placas tectónicas, representan fuerzas formidables que tienen una gran capacidad para cambiar las condiciones climáticas y orográficas del planeta, y de hecho lo hacen sin necesidad de (o muy a pesar de) que el hombre intervenga.

Muchas veces, quienes acusan al hombre y su acción como única razón de los cambios que aún hoy vivimos y de la desaparición de las especies antiguas, lo hacen acusando a toda la especie de omnipotencia, la misma que ellos demuestran cuando pretenden explicar un terremoto como la consecuencia directa de la acción del ser humano.

Sean cuales fueren los motivos, lo innegable es que hay una larga lista de especies animales que ya no están entre nosotros (ver recuadro), y otra aún mayor que se encuentra en grave riesgo, algunas de las cuales ponen en nuestras manos su salvación.


Las cinco extinciones
Desde que la vida se inició en la Tierra, ocurrieron cinco extinciones masivas. Ellas fueron:

• Hace 444 millones de años, en la transición entre los períodos Ordovícico y Silúrico, ocurrieron dos. Su causa probable fue el período glaciar. El primer evento ocurrió cuando los hábitat marinos cambiaron drásticamente al descender el nivel del mar. El segundo ocurrió entre 500 mil y 1 millón de años más tarde, al crecer el nivel del mar rápidamente.
• 360 millones de años atrás se produjo la extinción masiva del Devónico, en la transición entre los períodos Devónico y Carbonífero, en el cual el 70% de las especies desaparecieron. Este fue un evento que probablemente duró unos tres millones de años. Se sospecha que la causa fue un enfriamiento global, aunque no se descarta la influencia del impacto de uno o más meteoritos.

• Hace 251 millones de años, durante la extinción masiva del Pérmico - Triásico, cerca del 95% de las especies marinas se extinguieron. Esta fue la catástrofe más grande que ha conocido la vida en la Tierra. Desapareció el 53% de las familias biológicas marinas, el 84% de los géneros marinos y aproximadamente el 70% de las especies terrestres (incluyendo plantas, insectos y vertebrados). Se han propuesto muchas teorías sobre sus causas, incluyendo el movimiento de las placas de la litosfera, el impacto de un objeto extraterrestre, actividad volcánica extrema o un efecto invernadero producido por la liberación de hidrato de metano congelado del fondo de los mares

• 210 millones de años antes del presente, durante la extinción masiva del Triásico - Jurásico, se extinguieron varios grupos de arcosaurios, de los cuales sólo sobrevivieron tres (crocodilia, dinosauria y pterosauria). También se extinguieron totalmente los sinápsidos no mamíferos, como el Thrinaxodon. La causa fue probablemente volcánica.

• Finalmente, hace 65 millones de años, se produjo la extinción más famosa, la del Cretácico - Terciario, en la que desparecieron cerca del 75% de todas las especies, incluyendo los dinosaurios. Se han propuesto muchas explicaciones a este fenómeno; la más aceptada es que fue el resultado del impacto de un gran asteroide, proveniente del espacio, sobre la Tierra.


Los que ya no están

Algunas de las principales especies desaparecidas desde hace 15.000 años a la fecha, por regiones:

Europa (hace 15.000 años): Mamut lanudo, rinoceronte lanudo, megalócero, león cavernario, oso cavernario, hiena cavernaria, bisonte estepario, antílope saiga (aún quedan ejemplares vivos en Asia Menor), caballo salvaje (sólo en Europa).

Islas del Mediterráneo (hace 9.000 años): Hipopótamo antiguo y de Chipre, rata balear, elefante enano, mamut de Cerdeña, cisne gigante de Malta.

América del Norte (alrededor de 12.000 años atrás): Cinco especies de caballos, tres especies de camellos, llamas de América del Norte, cuatro especies de berrendos, bueyes almizcleros (una especie sobrevive en el Ártico), castor gigante, perezoso gigante, oso del Pleistoceno, tigre dientes de sable, pantera americana, lobo terrible, varias especies de mamut y mastodonte, bisonte, pecarí gigante.

América del Sur (12.000 años o más): Perezoso gigante, gliptodonte, megaterio, paleollama, tapir gigante, lobo gigante o terrible, mylodón.

Nueva Zelanda (hacia el 1.500): Diez especies de aves rátidas gigantes, águila de Haast, otras aves depredadoras.

Madagascar (hace 2.000 años): Ave elefante, 17 especies de lémures, tortuga gigante, hipopótamo pigmeo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario