Existe en Argentina una fundación que estudia la relación entre una meseta rocosa conocida como el Fuerte, en Río Negro, y las supuestas andanzas de los templarios por el continente americano con la misión secreta de fundar la Ciudad de los Césares y proteger el Santo Grial.
A 41º de latitud sur y 65º de longitud oeste, dentro del Golfo San Matías, a unos 15 kilómetros de San Antonio Oeste y en las cercanías de la ciudad balnearia de Las Grutas, se encuentra lo que se conoce hoy como el Fuerte Argentino, que hasta hace poco se llamaba Fuerte Abandonado. Los miembros de la Fundación Delphos lo consignan como una de las tres construcciones realizadas por los Caballeros Templarios en la Patagonia. Dicen que quizás ayer el Fuerte fue una de las ciudades de los Césares, construida por los templarios para salvaguardar su más preciado tesoro, el Santo Grial.
La Fundación
En su página web, la Fundación Delphos –que se constituyó en 2001, aunque venía trabajando como Grupo Delphos desde varios años atrás– se define como “un equipo multidisciplinario que opera conocimientos, signos y ritos con el fin de viabilizar el tránsito de nuestro mundo hacia la próxima era”.
Entre sus objetivos, se cuentan “estudiar, profundizar, desarrollar, difundir y actuar el pensamiento tradicional”, para lo que dicen promover “todas las acciones que llevan a descubrir y clarificar las verdades históricas que iluminan el conocimiento tradicional”, apoyando “la búsqueda de símbolos y reliquias sagradas que hacen a nuestro acervo cultural”.
Dentro de este marco, la Fundación “no reconoce límites preconcebidos religiosos, étnicos, ni ideológicos de ningún tipo, siempre que sus visiones se ajusten a los eternos principios de verdad, justicia y amor”.
La Fundación Delphos es, a primera vista, una organización familiar, ya que su presidente es Carlos Fluguerto Martí, Pablo y Nicolás Fluguerto Martí son secretario y tesorero, respectivamente, y Fernando Fluguerto Martí es el coordinador general. Luego aparecen como asesores los señores Jorge Castañerda y Luis García Mata, junto a otros dos ya fallecidos.
Para cumplir sus objetivos, la Fundación organiza cursos y conferencias sobre temas históricos y arqueológicos o antropológicos, expediciones a lugares que considera históricos y realiza investigaciones.
Bajo todo esto, se esconde el objetivo central, que es la búsqueda de los rastros de los Caballeros de la Orden del Temple, de los que aseguran que en los albores del pasado milenio, mucho antes de Colón, Magallanes y otros conquistadores, navegaron desde los puertos galeses hasta la Patagonia, donde habrían edificado al menos tres ciudades de los Césares –una sería el mencionado Fuerte, otra en la Meseta de Somuncurá, y la tercera en Chile, al norte de la isla de Chiloé– y que en la central habrían ocultado el Santo Grial, siguiendo su mandato eterno de protegerlo.
El Santo Grial y los Templarios
Según la leyenda, el Santo Grial fue el cáliz, copa o vaso que usó José de Arimatea para recoger la sangre de Jesucristo en la Cruz. En casi todas las versiones de la leyenda, es la misma copa o vaso usado por Cristo en la última cena.
De acuerdo a la versión española, el verdadero Grial es el que se encuentra en la Catedral de Valencia después de haber permanecido por mucho tiempo en el monasterio de San Juan de la Peña. Todos los demás estudiosos sostienen que se ha perdido o que sus custodios lo mantienen oculto.
Sangreal es otra denominación para el Santo Grial. La palabra refiere a “sangre real”, ya que, según la ideología antigua, Cristo era descendiente de reyes.
En la Edad Media existió un grupo de hombres que se hacía llamar la Orden del Santo Grial (La Orden del Temple o de los Caballeros Templarios), pretendían resguardar tanto el cáliz como la lanza con la que fue herido Jesucristo. Según ellos, el cáliz habría pertenecido al servicio de mesa de José de Arimatea, el rico comerciante judío que según la Biblia cristiana, organizó la Última Cena, y fue también usado por el mercader para recoger la sangre que manó de las heridas de Jesús.
José de Arimatea habría solicitado a Poncio Pilatos que se le entregara el cuerpo de Jesús, a quien hizo enterrar en una tumba de su propiedad, y la lanza con que fue herido (que quedó en su poder, junto con la copa).
En un viaje de negocios, José habría llegado hasta Albión (nombre mitológico con que se identifica a Gran Bretaña). Allí se quedó a vivir y levantó la capilla de Glastonbury. Se dice que antes de morir, José de Arimatea fundó la Orden del Grial para custodiar las reliquias, la que dio nacimiento, en el siglo VI, al rey Arturo y su corte de caballeros, que continuaron la custodia del Santo Grial, de acuerdo a la tradición celta.
Luego se perdió el rastro de la copa divina, lo que dio lugar a numerosas leyendas, historias y búsquedas a lo largo de los años. Una de esas leyendas, habla del viaje de los Caballeros del Temple a tierras patagónicas, donde pusieron a salvo el Grial de las luchas que se daban en toda Europa y las persecuciones de que era objeto esta orden de guardianes.
El buscador mayor
Dice Carlos Fluguerto Martí que en la Fundación Delphos que preside, mantienen como hipótesis que “el Santo Grial llegó a la Patagonia alrededor de 1307 pero ignoramos su ubicación actual, por eso continuamos estudiando, investigando y explorando los sitios claves para este tema”.
“Considero que la búsqueda en la que estamos comprometidos es la mayor misión de mi vida, pues el Grial es la realidad física y metafísica mayor y más trascendente de todo el mundo y de toda la historia», declara Fluguerto Martí, un ingeniero industrial y en Sistemas, con estudios en Buenos Aires y EE.UU.
Según aclara, el presidente de Delphos tomó contacto en 1987 con un libro que marcaría definitivamente su actual búsqueda. Se trata de “Perlesvaus o el Alto Libro del Graal” de autor anónimo, donde en su capítulo 11 se habla de un viaje por barco desde Gales hasta una remota “insula” cercana a una costa, donde el piloto no reconoce las estrellas y el navío queda “encallado en seco” debido a la enorme amplitud de las mareas.
“Desde 1997 comenzamos los trabajos de campo en esa zona, abarcando un rectángulo formado por las localidades de San Antonio Oeste, Valcheta, Ingeniero Jacobacci y Rawson, Trelew, el curso del río Chubut, y Trevelin en el extremo Sudoeste”, explica Fluguerto Martí, lo que se corrobora con los informes y fotografías que guarda el sitio web de la Fundación.
Delphos tiene la hipótesis de que una orden europea, galesa o celta, que ellos llaman proto-templaria, “construyó en esa franja por lo menos tres enclaves fortificados desde los primeros siglos de la era cristiana”. Y continúa: “Cuando en 1307 la Orden Templaria fue perseguida en Europa, la flota anclada en La Rochelle (Francia) se escapó y luego de buscar el Grial y otras reliquias, navegó hasta el puerto fortificado que estaba en El Fuerte, por así decir, esperándolos. A partir de ese momento, estos enclaves templarios se abandonaron voluntaria y organizadamente, y el Grial y las otras reliquias fueron trasladados a otro lugar que desconocemos por el momento y siguen guardados por esa misma Orden en forma encubierta”.
En base a los datos del libro “Perlesvaus o el Alto Libro del Graal” y otros “recogidos durante nuestra visita al sudoeste de Gran Bretaña en 1990, buscamos una meseta elevada y aislada en las costas de los golfos San Matías o Nuevo, y esta configuración orográfica se da únicamente en El Fuerte”.
Una isla que ya no está
El Fuerte es una formación rocosa de características bastante particulares. Es una gran meseta que se erige en las costas y alcanza los 153 metros sobre el nivel del mar. Observado desde lejos el Fuerte se parece demasiado a una isla.
Y tranquilamente pudo haberlo sido hace unos mil años. Hay quienes sostienen que para ese entonces el mar habría estado unos 20 metros más alto y que el río Negro habría tenido una segunda desembocadura, justo al sur del Fuerte.
Ese lugar de apariencia desolada esconde, según Fluguerto Martí, un secreto: es una ciudad de la Orden del Temple abandonada, que en sus tiempos de gloria albergó al Santo Grial.
En Delphos cuentan que según muchos historiadores, la Orden realizaba viajes frecuentes a América en tiempos precolombinos; por lo cual no debería parecer extraña la idea de que estableciesen ciudades en el continente.
La Fundación dice que se establecieron tres ciudades en la actual región patagónica: una sobre el Pacifico cerca de la ciudad de Osorno; otra en los antefuertes de los Andes; y la tercera sobre el atlántico dentro del Golfo San Matías donde se halla el Fuerte, supuesto enclave sobre el cual se extienden sus investigaciones.
El material cartográfico es uno de los mayores sustentos de su hipótesis. En un atlas editado en 1865 de Juan Antonio Víctor Martín de Moussy, un cartógrafo contratado por el gobierno de Urquiza, se hace referencia al Fuerte como “Ancien fort abandonné”. En otros seis mapas de la época se marca este sitio como un fuerte.
La Fundación Delphos decidió realizar numerosas expediciones a la zona del Fuerte. Desde diciembre de 1997 hasta noviembre del 2006 llevó a cabo más de 8 expediciones en las cuales pudo conseguir testimonios orales y algunos descubrimientos materiales.
En uno de los mapas que parece confirmar el pasado insular del Fuerte, dibujado por el español Cruz Cano, se hace referencia además a hombres blancos. En base a este dato la Fundación entrevistó a pobladores actuales que rememoraron un antiguo acuerdo secreto llevado a cabo entre sus ancestros y unos hombres blancos que hablaban una lengua extraña.
En cuanto a los hallazgos materiales, los investigadores de la Fundación encontraron en abril de 1998 un bloque de granito oscuro o piedra basáltica, que en una de sus caras tiene grabado en bajorrelieve una cruz de brazos iguales a la que denominaron “piedra templaria”. También descubrieron varias “tejuelas” o mosaicos de forma triangular con una cara alisada y la otra estriada que habrían sido parte del revestimiento de las construcciones que había allí.
Otros elementos encontrados que suscitan un particular interés fueron algunos hallazgos litográficos, como una moneda con una cruz, un círculo y una especie de media luna.
Con estos datos puede llegarse a la hipótesis de que el nombre del Fuerte no es azaroso, pero todavía es difícil vislumbrar la presencia del Santo Grial en aquel lugar remoto de la Patagonia.
La Fundación Delphos llega a esta conclusión luego de la lectura de varios libros y manuscritos antiguos en los cuales se relatan situaciones o se hacen descripciones que pueden encajar con su hipótesis. Pero no hay nada fehaciente que pueda llegar a manifestarnos este “secreto” como algo real.
En las páginas de la Fundación, se lee: “Siempre sostuvimos que el Fuerte habría sido una “ínsula costera” junto a la segunda desembocadura del río Negro (o Cuvu Leuvu) como lo denominaban los Tehuelches. Esta isla la señalaban los indígenas justo al norte de la desembocadura del río Negro que salía al mar por la Bahía Sin Fondo, es decir el actual Golfo San Matías”.
Para sustentar estas teorías, se apoyan en todo indicio que los ayude. Así consignan que en el libro “Crónica de la Colonia Galesa de la Patagonia”, del Rvdo. Abraham Matthews, se lee lo siguiente: “Algunos geólogos opinan que hace unos mil quinientos años, la Patagonia estaba bajo el nivel del mar, que batía entonces sus olas contra las montañas andinas. Después, abandonó primero las alturas que nosotros llamamos “el campo” y se redujo a los niveles mas bajos que ahora denominamos “el valle”. Al parecer, el valle era entonces un gran golfo que se internaba unas cincuenta millas tierra adentro. El mar se alejó paulatinamente de este golfo, que fue cubierto en fina capa por las aguas dulces que bajaban de los Andes”.
Nombran además un párrafo del conocido historiador chubutense Lewis Jones, de su libro “La Colonia Galesa”: “Se produjo luego otra regresión del mar, y entonces comenzó el ascenso de la tierra que continúa en nuestros días. No parece que este ascenso sea constante. A veces es más lento y a veces cesa. A ello se debe la serie de escalones de cantos rodados que muestran en los valles la posición de las sucesivas playas. El ascenso del continente ha sido medido con exactitud en el litoral chileno durante varios años y se ha precisado que es de siete décimas de pulgadas anuales. Del lado argentino también se eleva, pero más rápidamente. En Puerto Gallegos hay ahora mucha playa lejos de las que el mar cubre con las mareas, en la cual la vegetación no ha empezado a crecer todavía”.
En la Meseta
La Meseta de Somuncurá es el sector donde los discípulos de Delphos creen que se encuentra la principal ciudadela de los Césares, donde aún estaría oculto el Santo Grial.
Esta formación ocupa un vasto territorio del centro-sur de la provincia de Río Negro y el norte de Chubut, de unos 27.000 kilómetros cuadrados. Es una altiplanicie basáltica, con relieves de conos volcánicos, sierras, cerros que se acercan a los 1.900 metros sobre el nivel del mar, como el Corona, intercalados con lagunas temporarias y arcillosas.
La meseta es una formación con varios cañadones por donde bajan los arroyos que los provocaron. En tiempos pasados, la meseta fue cubierta en varias oportunidades por el mar. Muestra de ello son los restos de bivalbos y fauna marina que en ella se encuentran y las formas que las aguas tallaron en sus taludes formando golfos, cabos, puntas y bahías, hoy secas.
Dentro de la meseta se encuentran las poblaciones El Caín, en la provincia de Río Negro; y Gan Gan y Gastre en la provincia del Chubut. Las unidades de la Fundación Delphos la recorrieron en once oportunidades, entre abril de 2000 y marzo de 2006.
En la meseta de Somuncurá se encuentra un gigantesco cráter meteórico con un diámetro de cinco mil metros (el de Arizona, en EE.UU., tiene un diámetro de 1.500 metros). En la superficie se encuentran unos extraños “pozos que respiran”. Han sido denominados así ya que aspiran y expiran aire en un ciclo sinusoidal de 36 horas. La temperatura del aire expirado es de 5ºC y la humedad de 85% relativa. Según algunos visitantes, estas características indicarían que están en contacto con el mar, pero dada la distancia a que se encuentran de las costas, tanto del Atlántico como del Pacífico, han elaborado la teoría de que habría un conducto subterráneo entre ambos océanos, y el inusual ritmo de 36 horas en la “respiración” sería el resultado de la interacción de las mareas entre ambos.
Se han encontrado también en la meseta numerosas pinturas rupestres donde siempre se destaca la presencia de figuras como de cruces rojas de brazos iguales.
La búsqueda permanente
El Santo Grial no sólo es buscado por Delphos, ni la Patagonia es la única zona en que se lo trata de encontrar. También se lo ha rastreado por toda Europa, especialmente en tierras galesas y en Francia, en Tierra Santa y en numerosos lugares más.
Todos sus buscadores van encontrando rastros que confirman que están en la senda, aunque el resto sospeche que descartan los que puedan llegar a desviarlos o desmentirlos.
El cáliz físico que buscan puede estar en la Patagonia, en Cuzco o cualquier otra parte del mundo –y para muchos ni siquiera existe–, pero en todos sus buscadores, sea donde sea que anden olfateando rastros, provoca lo mismo: cada misterio resuelto devela nuevos interrogantes, que obligan a dedicar más tiempo y pasión, hasta que es más importante la búsqueda en sí misma que su resultado.
A través de los siglos, la Patagonia fue surcada por buscadores de ciudades maravillosas, tesoros ocultos, plesiosaurios, riquezas minerales y muchas cosas más, y cada uno de esos sabuesos impulsó, de algún modo, el conocimiento y también el progreso en muchas zonas aisladas.
Tal vez los buscadores hayan sentido en lo más profundo el acecho del fracaso ante los sucesivos yerros, pero vistos desde afuera y a lo lejos, su búsqueda no hizo más que alumbrar y purificar sus vidas, que es justamente lo que esperan obtener cuando sacien su sed bebiendo de la copa que albergó la sangre del rey de reyes.
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