sábado, 4 de mayo de 2019

Gorosito, el coloso de Caleta




En el año 1956, la Patagonia era sinónimo de prosperidad petrolera. La producción cada vez mayor, el descubrimiento incesante de nuevos yacimientos al sur de Comodoro Rivadavia y los resultados positivos de la exploración emprendida hacia el oeste, marcaban el inicio de la época dorada de YPF, que alcanzaría su apogeo dos años después, en 1958, cuando la explotación del petróleo en Argentina cumplía sus primeros 50 años de vida y Santa Cruz y Chubut iniciaban su vida institucional como provincias.

Los festejos de las bodas de oro, acordes a la prosperidad que se vivía, fueron programados a toda orquesta. Y entre tantos eventos que se proponían, alguien le propuso a YPF que levantara en la zona un monumento que homenajeara tanto al petróleo como a la familia petrolera, que estaba multiplicando las poblaciones. La idea prendió y se definió a Comodoro Rivadavia para emplazarlo y al escultor Pablo Daniel Sánchez para que realizara los bocetos, en tanto que se encargó al joven topógrafo ypefiano José Cifuentes, estudiar la factibilidad de la ejecución técnica. La relación de Sánchez y Cifuentes (por entonces de 22 años) se inició y comenzó a gestarse el monumento al petróleo.

Durante ese año, ambos trabajaron en el proyecto, pero cuando lo presentaron, la empresa lo rechazó. Al parecer, el boceto mostraba el torso de una mujer desnuda saliendo de la tierra, cosa que no se adecuaba a los cánones de la época.

Tras esta primera derrota, Cifuentes se trasladó, a fines de 1958, a Caleta Olivia, y allí mantuvo viva la idea del monumento, para lo cual iniciaron una nueva serie de folletos con Pablo Sánchez, y se fue afianzando lo que sería la imagen final, hasta que, en 1964, presenta el proyecto y memoria descriptiva al gobernador santacruceño, doctor Rodolfo Martinovich, quien se entusiasma y promete total apoyo, ejemplo que fue rápidamente seguido por la máxima autoridad de YPF, Facundo Suárez, y por la conducción del Sindicato Unido Petroleros del Estado, SUPE.

Sánchez y Cifuentes avanzan en el proyecto final, pero el golpe de estado de 1966 produjo el cambio de autoridades y todo volvió a fojas cero.

Cuando asumió como intendente de Caleta Olivia el señor Gerardo Valenzuela, Cifuentes volvió a la carga, presentándole el proyecto. El nuevo mandatario comunal quedó fascinado y prometió su apoyo, pero cuando lo comentó con su gabinete, el resto de los funcionarios lo rechazó de plano, aduciendo que las especificaciones técnicas, estructura y tamaño parecían indicar que era altamente probable que el monumento se pulverizara sobre su pedestal ante el primer estornudo o bocinazo, a lo que se sumaba el alto costo que representaba la obra. Las cuentas eran claras para los funcionarios municipales: si se gastaba más de lo que se tenía, y encima la obra se caía, sus cabezas rodarían antes de que se asentara el polvillo.

Convencido por las explicaciones de sus colaboradores, Valenzuela citó a Cifuentes para transmitirle las objeciones, pero las insistencias y poder de persuasión del topógrafo evidentemente pesaron más, porque salió del despacho del intendente con cheques y 30 mil pesos en bonos del célebre Empréstito 9 de Julio.

Cuando se enteraron los secretarios, reaccionaron furiosamente con Valenzuela, logrando que volviera a cambiar de idea, y ahí nomás comenzaron a llamar a los bancos de la plaza local para evitar el cambio de los valores, pero ya era tarde, pues Cifuentes había logrado hacerse con el efectivo en bancos de Comodoro Rivadavia y Puerto Deseado.

Resignado, Valenzuela aceptó seguir adelante con el proyecto, pero le solicitó a Cifuentes que organizara una comisión pro monumento, pero nadie respondió a la convocatoria, en gran medida porque todos pensaban que se trataba de una obra delirante condenada al fracaso.

De todas maneras, gracias a la plata cobrada, el monumento al obrero petrolero comenzó a construirse.

Por los tiempos de la construcción, circulaban en la zona una serie de cuentos y chistes que tenían por protagonista a Gorosito, una mezcla de Jaimito e Isidoro Cañones, y que terminaban con el remate “Gorosito, ¡qué grande que sos!”. Y así fue como el monumento tuvo su sobrenombre ya antes de ser construido.

El molde y estructura del coloso se construyó en el Club Ingeniero Knudsen. Allí trabajaban en largas jornadas Cifuentes, Sánchez y 15 obreros, en condiciones muy precarias, ya que los 30 mil pesos habían alcanzado nada más que para los materiales iniciales, y no se obtuvieron subsidios adicionales, salvo una colaboración económica de YPF casi al finalizarse la obra.

Para realizar la enorme estructura, se dividió el monumento en dos partes: de los pies a la cintura y de la cintura a la cabeza. A medida que tomaba forma, crecía el número de curiosos que pasaban diariamente a ver los avances del monumento, recibiéndose en ocasiones la visita de colegios enteros.

Una vez terminado, bien avanzada la primavera de 1969, los trabajadores tuvieron que demoler las paredes del club para poder sacar cada una de las partes.

Finalizando noviembre, la parte inferior del monumento (zapatos, pantalones y válvula) fue instalada en su emplazamiento final con la ayuda de enormes grúas, comenzando la tarea de rellenar la estructura con el cemento líquido que se usaba para estabilizar las perforaciones petroleras, y allí surgió un detalle no menor: había un error en el cálculo de la resistencia de la estructura metálica, que no soportó la presión del cemento, por lo que estalló la punta del zapato izquierdo, saliendo por allí un poderoso chorro de cemento líquido que bañó las casas circundantes y a algunos transeúntes.

El gobernador tenía previsto asistir a la ceremonia de inauguración el 13 de diciembre (Día del Petróleo), pero el accidente demandó trabajos adicionales que demoraron la terminación y revivieron viejos temores sobre la estabilidad de la obra. Igual, los actos ya estaban programados, así que en un solemne acto, el primer mandatario provincial junto a autoridades de YPF y de la Municipalidad, dejó formalmente inaugurados los pantalones y los zapatos, ya que la parte superior no había sido montada.

Pocos días más tarde y sin ninguna otra ceremonia, un operario de grúa arremetió con la empresa de acertar el torso en el círculo formado por el cinturón del Gorosito. El trabajo terminó con éxito y la cíclopea obra quedó así completa, alcanzando los 13 metros de altura. Era el 15 de diciembre de 1969.

A la semana siguiente, el párroco de la ciudad celebró la Misa de Gallo al pie del monumento, con una amplísima afluencia de público.

Su principal motorizador, don José Cifuentes, no recibió reconocimiento ni premio alguno por su obra, hasta su fallecimiento en 2014, cuando se le dio su nombre a la plazoleta del monumento, y se lo honró en diversos actos.


Una descripción del monumento

El escritor local Carlos Alberto Reinoso, autor del libro “Pájaros de luz” (de quien tomamos gran parte de la información para esta nota), brindó la poética descripción del monumento por parte de Cifuentes, que aquí transcribimos: “El monumento al obrero petrolero, que es en realidad el monumento al petróleo de nuestro país, está representado por una cíclopea y hermosa figura de un hombre que, al pie del pozo en producción, inicia la dinámica energética de la cual está pendiente todo el país. Al abrir la válvula que pone en marcha la producción controlada, queda implícita toda la actividad y el esfuerzo del hombre que en la boca de la perforación asume la responsabilidad de extraer a la tierra esa riqueza que ha de proyectarse hacia todos los rumbos del progreso nacional. A ello obedece su torso desnudo, pues será digno mostrar la armonía anatómica del hombre en supremo esfuerzo. El frente del monumento mira hacia el norte y a actitud del obrero expresa que la Patagonia entrega al país en ese instante la entrañable riqueza de su suelo con la satisfacción del deber cumplido. El monumento es también un homenaje a estos hombres que concurren desde los lugares más lejanos del país en busca de nuevos horizontes con el afán de progreso, ofreciendo a cambio su fuerte brazo y su templado espíritu de sacrificio. Por eso fue emplazado en una rotonda, cuyo mosaico está formado por la Rosa de los Vientos.

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