“Caminamos hacia la construcción de un mundo con una economía cada vez menos homogénea. Ya casi no quedan lugares donde uno pueda asegurar que se ocupan de una sola actividad productiva. La sociedad moderna exige que haya condiciones que permitan poner en el escenario de los sectores productivos, del servicio y del comercio, una heterogeneidad de posibilidades que enriquezcan sus posibilidades de crecimiento y de multiplicación de la riqueza; y desde esa óptica, la que algunas provincias prohiban la minería enriquece las posibilidades del país, y no las limita, como quieren verlo algunos pesimistas. Por ejemplo, algunos se quejan de las ley 7722 de Mendoza, que aparentemente limita la producción minera en esa provincia, pero en estos días se está desarrollando allí la mayor inversión del mundo en minería privada, de 3.600 millones de dólares, para poner en marcha la unidad de negocios de potasio más grande del planeta, que va a tener una producción de 4,3 millones de toneladas, para satisfacer los requerimientos de sustentabilidad del sector granario y ganadero (en referencia al malogrado proyecto PRC). De la misma manera, se podrían dar ejemplos en provincias como Chubut o Río Negro. Entonces, en lugar de ponernos en una posición apocalíptica, decimos que estas decisiones abren camino a la diversificación y a la búsqueda de emprendimientos productivos alternativos”.
Así, sin ponerse colorado, sin inmutarse y casi diría que con orgullo, me explicó al pie del yacimiento Río Turbio, en septiembre de 2008, el entonces mandamás de la minería estatal argentina, el inefable Jorge Mayoral, las aristas positivas de su gestión que, a esa altura, llevaba la nada deleznable perfomance de cerrar las puertas de una provincia a la minería por semestre.
La defensa de la 7722 no fue casual. Por entonces Cobos aún era un vicepresidente bueno, la trasnoche del voto no positivo no había llegado y no era cuestión de enojarse con uno de los responsables de la ley que por estos días nuevamente se intentó desplazar.
Militantes de 8 a 14
Pero no carguemos las tintas. Si bien Mayoral fue uno de los principales responsables, en tanto autoridad máxima de la política minera nacional, en permitir que argumentos pseudocientíficos, informaciones tergiversadas y cúmulos ingentes de prejuicios sepultaran evidencias técnicas y fácticas sobre lo que hace y lo que no la minería moderna; no menos cierto es que también son culpables gran parte de los actores directos o indirectos de la industria en general, que fueron entregando jirones de la actividad a cambio de que les dejaran hacer negocios puertas adentro, o que no exigieron a proveedores, prestadores, políticos, funcionarios, mangueros, vividores y alcahuetes variopintos que los rodearon, la lealtad que aquellos les exigían cuando pedían compres locales, mano de obra del lugar, inversión social, responsabilidad social, cargos y dádivas de todo tipo. ¿O acaso no se dio el lujo Mendoza de tener una interminable nómina de proveedores mineros para atender a los proyectos sanjuaninos –e incluso cruzar los Andes, cuando el cambio ayudaba– pero mirando para otro lado cada vez que se les recordaba que en su provincia estaba prohibida la actividad? Y lo mismo se replicaba en Chubut, con cientos de empresas proveyendo bienes y servicios al norte santacruceño, y al mismo tiempo apoyando las marchas contra la minería en sus propios territorios. Y ni hablar de más de un integrante de alguna cámara provincial de proveedores mineros, que exigía compre local y soporte a las pymes de lunes a viernes, y los fines de semana y feriados se dedicaba a apoyar en las redes y compartir todos los no a la mina, el Famatina no se toca, fuera Barrick de los Andes y toda causa antiminera que se le cruzase.
Mover lo inamovible
Así se fue afianzando esta realidad a la que, de una vez por todas, los mineros tendrán que resignarse. Muchachos: si quieren hacer minería, olvídense de los lugares donde se prohibió, porque ya no se podrán recuperar. Es más, dénse cuenta de que cada vez que tratan de avanzar, el resto de la industria que tiene licencia social –siempre endeble, siempre en negociación– también tambalea. Olvídense del Famatina, de Navidad, de PRC y de tantos otros, y afiancen lo que hay, y los espacios entre cada uno de ellos.
La jugada es otra. Empiecen jugar distinto. Demuestren a esta generación y a las que vengan que pueden hacer las cosas bien, que pueden hacer una minería ejemplar, que ya no van a tolerar a las empresas que contaminen o que lleven los riesgos al límite, porque lo que arriesgan es a toda la industria.
Cualquiera que entre hoy a Facebook lo puede comprobar: cada cinco o seis post, alguien comparte la noticia del derrame de cianuro de Barrick de 2016 en Veladero, o la investigación del agua de Jáchal de 2015, o alguna de las seis fatalidades de la década en Santa Cruz, sin aclarar fechas y como si fuera hoy.
Para empeorar, debajo de esa noticia sin fecha podrán ver a un señor guitarra en mano, con un título terciario en tarot social o psicopedagogía del péndulo zen, sentado junto a su hijita y su esposa, con claras señales de haber usado entre los tres un frasco chico de champú en todo el mandato de Macri, contarnos que tiene la posta de que en el lugar donde está sentado y se escuchan los pajaritos y pasa el agua (que como el Pucará, él no ha rozado en años) vendrá en breve una minera que ya compró a todos los diputados y senadores y a Trump y a Macron y que es de un testaferro de Sebastián Piñera, que hará un pozo gigante y secará el agua y matará con sus propias manos al último chancho de agua bataraz que quedaba sobre la faz de la tierra. Algo incomprobable, indemostrable e insostenible, pero que será creído de cabo a rabo contra toda evidencia que le mostremos.
Entonces, contra eso, señores mineros, dejen de tratar de oponer argumentos que jamás serán escuchados, estrategias de laboratorio y pactos de cúpula. Y, por favor, basta de remover el avispero y empiecen a sembrar y trabajar a largo plazo, que la minería es eso. Y así como invierten en exploración, inviertan en educación, educando con el ejemplo.
O terminen de explotar los yacimientos que aún están produciendo, y vuélvanse a sus casas.
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